Lo único que hay que decidir al llegar al Club, son dos cosas: Si se tomará el menú grande, o el pequeño. El chef, Diego Guerrero, mientras tanto, nos recibe en persona, para preguntarnos si tenemos alguna alergia, alguna manía o algo que no toleremos. Si decimos "adelante", sin duda, se remanga y se prepara para sorprendernos con lo más increíble de la cocina de diseño, basada en lo clásico del mercado, en Madrid.
Lo segundo que hay que elegir, es el vino, pero para eso, hay que dejarse aconsejar por el sommelier, que, sin duda, hará lo mejor por nosotros. En un menú gastronómico tan variado, con postres, prepostres, pescados, carnes, snacks, entrantes y demás...es muy complicado elegir un vino, pero en este caso, guiados por el experto, fué sencilla, la elección. Jermann (Pinot blanco, potente, 13,5%).
¿Qué comimos? Lo voy a contar con pelos y señales, porque me tomé la molestia de apuntar el nombre comercial, de cada uno de los platos, para delicia de los comensales.
Mini queso trufado. Una especie de mini-babybel, de queso Camembert, caramelizado por fuera, con el justo contenido de trufa. Perfecto. Genial.
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Ceviche de carabinero con cuscus de albahaca. Pues literal. Unos excepcionales trozos de carabinero crudo, sobre una cama de cuscus, con un potente sabor a albahaca.
Ravioli de alubias de tolosa sobre caldo de repollo. Lo mejor hasta ese momento. Algo sublime. Realmente fantástico. Un sabroso caldo, unos ravioli que aúnan todo el poderío del cocido más tradicional, y unas esferas, que portaban lo que al caldo -por limpio- le faltaba. ¡¡Sublime!!
Huevo con pan y panceta, sobre cama de puré de patata ligero. Algo realmente espectacular. Lo que parece un caramelizado, no es más que una extremadamente fina loncha de bacon, que nos lleva a un espectáculo de sabor. Una yema de huevo, nos espera en el interior. ¡Delicioso! Es un plato premiado.
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Cochinillo confitado con manzana, canela y tomillo. Otro plato increíble. Una textura en el cochinillo, que se podía cortar con el tenedor. ¡Fenomenal! Los aromas y sabores de los aditamentos del plato terminan de redondearlo. Muy bueno, pero había que dejar un poco de espacio para lo que venía.
Maceta. Flan líquido de gengibre, con tierra de tarta sache. Algo increíble. La presentación pone los pelos de punta, por original y bello. El sabroso olor y sabor del flan, junto al tamaño justo (el gengibre, puede llegar a hartar rápido), lo hacen impecable.
Pecera. Una presentación de una espuma de fondo, sobre unas algas, que son masa de churro tintado, así como un coral presentado con galletas, y todo, metido en una mini-pecera de vidrio....¡¡no se puede pedir más!!
Helado, con salsa de chocolate, y la vela. Empieza lo bueno. ¡La vela se come! ¿Perdón? Sí, se come. Hay que ir. Hay que verlo y probarlo. Parece como si la fiesta gastronómica y de creatividad fuese creciendo hacia el final.
Café. Ahora voy. No desesperéis.
Antiestrés. Una cama de arena, formada por merengue desecado perfumado y coloreado, con unas cuantas rocas que no son más que trufas, de todo tipo, textura, color y sabor.
¡Me muero de placer! ¡No me imagino algo mejor!
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De forma general, creo que en pocas ocasiones he disfrutado tanto en una cena. Un buen precio, pero no recuerdo que me doliese la mano en pagar. ¡Shock de placer!
Un sitio muy recomendable, en cualquier situación.
¡Que sigan así!