No madrugamos nada, pero amaneció un poco plomizo, así que decidimos irnos a ver el Cabo de San Vicente, el punto más occidental de Europa. Ya nos maliciábamos que iba a ser un viaje largo, incluso estando "por allí". Pero el día no daba para más. Al menos no llovía, que con los días que llevábamos, y sobre todo con las previsiones que había, ya era un gusto. Hay que reconocer, que la meteorología, al menos en lo "grueso" nos respetó bastante, y es de agradecer, porque hasta el más aguerrido campista reconoce que ir de camping con lluvia, es un desastre, por ser un poco educado en las formas...
Después de unas cuantas millas de coche, llegamos al Cabo, en donde, como en todos, hay un faro...que, como está en funcionamiento, no se puede visitar. Ni mucho ni poco. Los imperdonables puestos de turistas, para comprar souvenirs, y poco más. El entorno natural, nos dá todo lo demás. Unas playas muy hermosas, en donde paramos varias veces a ver a los surfistas, que aprovechaban las increíbles olas, que ayudaba el viento.
Buscamos, un sitio donde comer, porque, ya se sabe, en Portugal, se come tempranito, y en zona turística, más. Al final, a eso de las 12:30, hora de Portugal, ya estábamos dándole al diente. Y es que luego, de camping, nos acostamos como las gallinas, con lo que es mejor comer temprano.