Pero el caso es que existen momentos singulares donde un vendedor, nos ha querido (o, directamente, nos ha metido) un gol...
Y...¿qué es un gol? Obviamente, persuadirnos, de que el producto que nos conviene, coincide exactamente con el que le conviene a él.
Y es que es tremendamente fácil, ir sin ideas claras a un sitio donde venden...neveras, por ejemplo. La quiero con dos puertas, y que enfríe.
-- ¿Nada más?
Eres carne de cañón. Te pueden vender cualquier cosa. Desde una Lynx de 150€ hasta una Liebherr de 2000.
Es, sin duda, un territorio peligroso, en el que el incauto comprador se mueve entre dudas, mientras el vendedor va moviéndose, con seguridad entre opciones, con el fin de hacer una venta, si es buena, mejor, si no, también bien. Decididamente, para evitar sufrimientos, hay que ir aseado y afeitado de casa, pero también informado, muy informado de casa.
La silla resultó ser chula, confortable, muy segura (a la altura de las mejores), pero...¡oh! curiosidad de las curiosidades, no se convierte en elevador sin respaldo. No, amigo lector, no. Si su niño crece y los hombros le tocan el reposacabezas, llegó el momento de comprar un elevador, porque esta silla, tiene ese pequeño detalle...o inconveniente. Y eso lo descubrí con horror, hace días, años después de haberla comprado.
No es gran cosa, porque un elevador vale dos perras, pero el detalle, el detalle, amigo lector, ha puesto mis dedos a volar sobre esta entrada.
Los vendedores saben...vender. Sólo eso. Para todo lo demás, Google.