Íbamos a ir a finales de octubre, pero finalmente, no pudo ser, así que tuvimos que esperar hasta el 11-nov para salir rumbo a Navarra.
Pero no podíamos fallar. Urbasa llevaba demasiado tiempo en "tareas pendientes", así que después de resolver la logística y varias cuestiones adicionales, ¡¡allá vamos!!
11-NOV
Ya tenían la recepción cerrada, pero amablemente, hasta nos levantaron la barrera para que pasásemos la furgo y poder descargar. Todo bien. Secos. Navarros. Bien.
Al día siguiente, nos esperaba un día muy duro.
12-NOV
Ya, desde hacía un buen tiempo, desde el día que se publicaron los modelos numéricos en met.no, WeatherSpark.com, nos había avisado de que no iba a llover. ¡Y se cumplió! No llovió. Ni gota. Ni el viernes, ni el sábado, ni el domingo. Ahora bien, el lunes, tenía pinta de que iba a caer la del pulpo. ¡¡Aaaah!! pues bien.
El caso es que el sábado amaneció con niebla. Mucha niebla, espesa. La señora del camping nos dijo que levantaría, cosa que al final no se cumplió. Ni mucho ni poco. No vimos el sol, pero fue muy agradable rodar en bici.
Carlos en el carro, Pili con las alforjas, Joana con su superbici y su supercámara, y Ángel pensando en que iba a hacer la ruta más larga y dura de su vida. ¡¡Estábamos todos preparados!!
El Garmin Forerunner, que estrenábamos como elemento de navegación, se portó de mil maravillas, marcando bien la ruta de principio a fin. El track era más que evidente, la pantalla suficiente, la resolución muy buena, la recepción de satélites fabulosa. ¡Una buena compra y un buen sustituto del Venture!
Al principio, todo nos pareció fascinante, lleno de colores, que, con la niebla se realzaban mucho más. ¡¡A las fotos me remito!!
Poco a poco fueron pasando los kms, pero no eran suficientes. A las 11:45 estábamos en el kilómetro 4.2 de la ruta, y quedaban 26 para terminar. Habría que empezar a apretar si queremos no tener problemas.
Y en eso quedamos. Comenzamos a apretar, y comenzaron a venir las cuestas arriba, con lo que Ángel comenzó a quejarse, y con razón. La bici que tiene, no tiene desarrollos adecuados a su fuerza. ¡Necesita una bici con platos ya!
El "navegante" seguía preocupado. Quedaba una buena subida, y un montón de kilómetros. Por el momento, no las tenía todas consigo.
Seguimos, hasta el punto más alto de la ruta (el Garmin muestra bien los perfiles) y a partir de ahí, tuvimos una buena bajada, con ciertas piedras, que nos puso en más de un lío, porque estaban muy llenas de musgo.
Luego un poco de rodar por pradera de hierba (¡¡qué gusto!!) con viento fuerte, a veces de lado, a veces de ¡¡espalda!! ¡¡bien!!
Carretera cuesta a abajo, hasta un momento en donde el GPS marca un claro desvío. Un poco extraño, pero decidimos hacerle caso. Nos metemos en más pradera, seguimos por una zona ciertamente embarrada, cada vez más. Pasamos por el lado de un caballo muerto, "rechupeteado" por los buitres, que no dejaron ni el tuétano...
El navegante pensaba que de seguir así, con los 5 km que quedaban hasta el destino, íbamos a llegar bien justos con la luz. Debería anochecer a eso de las 18, y eran las 15:30.
Por suerte, después de subir la última de las rampas, llegamos a un trozo de pista, que -medio cuesta abajo- terminó en la carretera, que en un tris, nos llevó al camping, del tirón. Todo más fácil de lo previsto, al final, pero llegamos al bar con la sensación de haber realizado una buena hazaña.
¡Hurra por nosotros!
Hicimos una cena espectacular con spaghetti, tomate y bonito, que estaban deliciosos. ¡Casi nos comemos la mastodóntica cantidad que Pili preparó!
A eso de las 19, nos entró un sueño muy plácido, en el que nos dejamos caer algo después.
El domingo, nos levantamos, para recoger. Otro desayuno en el bar, check-out, y poco a poco para casa. Pili se levantó con un tirón en el cuello muy fastidioso, que casi no le dejaba moverse. Un lío, pero lo que quedaba era ir poco a poco, darle calor al músculo y poco más.
A eso de las 12 nos pusimos en marcha de vuelta. Decidimos parar en Burgos, a comer. Hacía frío, pero no lo que se espera de Burgos. Unos 10ºC. Comimos en el restaurante "La Posada", que nos recomendó Joana. ¡Muy bueno todo!, a un precio razonable. Auténtica comida castellana por los cuatro costados. ¡Lastima de no poder acompañarla de un buen Arlanza!
A las 18, ya de noche, llegamos a Moralzarzal, con más de 1000 fotos por seleccionar, mucho barro en las bicis, mucha ropa por lavar, con algo menos de dinero en el bolsillo, y muchas cosas que contar, que -espero- queden aquí, para cuando las necesitemos refrescar.
Resumiendo, un fin de semana estupendo, lleno de barro y pedales, historias que contar y recordar durante mucho tiempo.
¡Viva Urbasa!