
Un tío que tiene todas sus clases colgadas en el canal correspondiente del MIT y en Youtube.com, y que invita en el libro a repetir y ver sus experimentos. Busca que la gente se apasione con lo que hace, busca que se quede con la sorpresa con la parte increíble de lo que hace, no con las fórmulas o con la parte pesada de la demostración. Eso habrá que estudiarlo para el examen, pero lo importante, es lo otro, lo que queda.

El día que termina de ver las ecuaciones de Maxwell, regala un narciso a cada alumno en señal de que pierden la virginidad en la física, mientras proyecta las ecuaciones en todos los proyectores de la sala para que admiren la belleza sin igual de las ecuaciones. ¡Es que son bellísimas!
Y en este libro, lo cuenta todo, sin piedad.
Simplemente, delicioso.
Lo recomiendo a todo el mundo, esté o no interesado en la física. Se lee como una novela, se disfruta paso a paso. Mundo a mundo. Lo grande, lo pequeño, lo muy grande, lo muy pequeño, lo rápido, lo explosivo, lo antiguo, lo desconocido, su vida, su obra, sus intrigas y, hasta como se fué cargando sus matrimonios por su pasión a la física.
Aunque, reconozco, que es probable que no todas las personas tengan la misma sed de saber o de saber cómo enseñar de forma que no se olvide.
Ello sí es mi pasión. Quizá por ello me ha gustado tanto