
Y decidimos que no podíamos esperar mucho más, así que, tras algunos contratiempos de logística, decidimos salir el jueves 4 de junio bien temprano. El día anterior decidimos ir a por las caravanas para tenerlas listas para salir y poder madrugar bien .
A las 8.05, estábamos saliendo por la M607 camino del hospital de La Paz, a dejar a Bea, que entraba de guardia, pero que no se perdería la playa por nada del mundo...como veríamos.
Madrid estaba radiante de sol, y había muy poco tráfico, por ser día festivo. Salimos por la Castellana hacia la A3, y con tráfico pesado, pero constante, pusimos rumbo a Valencia. Una de las grandes cosas de ir con caravana, es que al ir a 90 por hora, no hay tensiones, no hay estrés. Simplemente carril de la derecha y moverse hacia el destino.
Y hacia el destino, hicimos una parada para hacer pis y...hacer un café.
Huy, vaya, no hay café.
Pues no hemos empezado muy bien, parece. Pararemos en la próxima. Pero Coque se durmió así que poco a poco, fueron pasando los kilómetros, sin ninguna duda. Y poco a poco, llegamos al cruce con la A7. Y encontramos un atasco importante aquí. Echamos unos 40 minutos para tomar el cruce, y finalmente, pudimos. Llegamos a Puçol con cierta calma, y el check-in en el camping fue muy suave. Era la hora de comer. Había que trabajar rápido.
Patas, toldo, suelo, sillas, agua a calentar, depósito de aguas, electricidad ON, y en 30 minutos, teníamos la pasta fresca cocida, y con un poco de aceite de oliva, y parmesano rallado...teníamos un plato de primera especial.
¡Cómo saben de bien las cosas cuando te las ganas! Definitivamente, la comida en el camping sabe mejor.
Fregaron la loza los chiquis, y por la tarde nos fuimos a la playa de Puçol, sin mayores miramientos. Tarde de castillos de arena y de disfrutar de la playa. Baños por aquí y por allá. Yo no, obviamente, pues no era el 40 de mayo, y por tanto no me quité el sayo.

Poco a poco, el sueño nos pudo, y decidimos irnos a la camita. Resultó que se me olvidó cerrar un par de oscurecedores de ventana, y a las 6.15AM ya estaban los chiquis dando guerra sobre si ya era la hora de empezar a disfrutar. Obviamente, no lo era, pero hubo poco margen para maniobrar ya.
Café y desayunos en general. Cómo me gusta el olor a café del camping. Mmmmmm!
Después de fregar (los chiquis otra vez), nos fuimos a Valencia a hacer el día antes de ir a buscar a Bea, que llegaría en el AVE de las 18.30. Aparcamos finalmente en un parking céntrico, por la zona del mercado central. Compramos azafrán, y la humedad me dió el primer aviso de que mi cuerpo se lleva mal con ella. Mmmmm!
Finalmente acabamos sentando nuestros cansados cuerpos en una cervecería en la calle, en donde nos ofrecieron, además de unas cervezas artesanas (son los mismos chicos de la Patacona) unas tapas y raciones, que hicieron las delicias de los más hambrientos y los que no tanto.

Tras un baño, nos volvimos a Puçol. Cena en el camping, maravilloso.
A dormir, al día siguiente, teníamos mucho que hacer.
Sábado, temprano, los míos dieron la consabida guerra. No se me olvidaron los oscurecedores, pero es igual. Ansia pura. Desayuno fantástico y café.
Nos fuimos a Sagunto. Aparcamos, en un día de calor y humedad. No mucha, pero mi cuerpo decidió pagarlo caro. En la subida al castillo, casi entro en parada cardiorespiratoria. Arf, arf. Bueno. Pensar en el arroz al horno que nos esperaba, me ayudaba. Maldita humedad.
El castillo de Sagunto, tiene un anfiteatro romano, que ha sido restaurado...bueno "restaurado", es decir, poco menos que humillado. Hay que verlo para creerlo.


El domingo amanecimos un poco más tarde, cada día un poco más. A las 9 casi. Desayunos y buen olor a café. Mmmmm. Casi lo huelo ahora. Maravilloso.
Fuimos a pagar a la recepción, y le preguntamos si podíamos dejar las caravanas ahí hasta un poco más tarde. Nos dijeron que sin problemas, lo cual nos ayuda mucho. Salimos con los coches, pero sin remolque hacia delante del restaurante "La Marina" en donde habíamos reservado para las 13.30. Y eran las 12.30 cuando llegamos a la playa. Teníamos 1 hora, para mojarnos un poco. Los peques no lo dudaron ni por una. Limpiar un poco las arenas, y al arroz!!

Con carabineros. Espectacular. ¡Cómo siempre! Siempre bueno. El café sublime. Salimos rápido del restaurante, al camping. Ducha de todos. Todos a la ducha. Y recoger lo poco que nos quedaba y enganchar.
Poca maniobra para salir del camping, y en marcha.
Mucho calor a la vuelta, el puto Peugeot dando guerra de nuevo (ahora la temperatura del agua que nos tiene muy mosqueados) pero por suerte, pudimos seguir. Mis chiquis durmiendo casi todo el camino. Cambio de ruta (Google Maps, nos lo recomendó) hacia la AP36 y la R4. No pillamos nada de tráfico, y la caravana pasa con el Via-T. ¡Genial de nuevo!
Un poco cansados porque el tiempo ha sido muy intenso, pero felices de disfrutar de la playa, cada minuto.
Se ahonda en la idea de que el caravaning mola un huevo. Afirmo.